Jack El Mutilador", según ha dicho el presidente de la Corte Suprema, Javier Villa Stein, anda suelto por el Hospital Sabogal del Callao. Le creo. Pero lo terrible de todo es que podría ser un médico cirujano y no un simple asesino en serie disfrazado de enfermero o enfermera.
En realidad, éste no es un problema de juntas médicas, ni siquiera de negligencias concurrentes o coincidentes. Aquí hay un asesino o asesinos en serie, últimamente escondidos en el Sabogal del Callao, y absolutamente dementes, que mutilan y/o matan a sus víctimas de forma despiadada pese a los ruegos de compasión de estas últimas.
Por ejemplo, Jorge Villanueva, de 86 años, quien se tuvo que internar porque una úlcera le había gangrenado una pierna, tenía que amputársela necesariamente. En la intervención, el paciente con desesperación clamaba por que no le corten la pierna que tenía en buen estado. Al final perdió ambas.
Hay antecedentes escalofriantes. En el 2006, Emiliana Bazán de Gumet (72) ingresó a esa sala de torturas que es el Sabogal para operarse de un prolapso rectal y salió sin piernas y sin un brazo. La justificación que le dieron fue que adquirió un virus porque los médicos (o los asesinos en serie en realidad) no usaron material esterilizado.
El 27 de octubre del 2008, Bertha Otone Suyón se hospitalizó en el mismo antro para hacerse una operación de reducción de estómago. Durante la segunda intervención, la paciente sufrió un paro cardiocerebral que desde entonces la dejó en estado vegetal.
De plano, desde el director de ese nosocomio hasta los médicos que han participado en todas esas intervenciones, no sólo no deberían estar ejerciendo su profesión en este preciso segundo, sino que deberían estar en la cárcel, y de preferencia en Lurigancho, ubicados en la celda del "Negro cebolla" o del "Negro corner", para que les agradezcan a nombre del pueblo peruano "por los servicios prestados a la Nación".
martes, 2 de febrero de 2010
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